Sr. Presidente de México Andrés Manuel López Obrador
Te saludamos como siempre. ¿Cómo estas de salud, no te quedó nada de la enfermedad que te dio? Y tu camino ¿cómo estuvo? Aquí estamos y te damos la bienvenida a nuestro territorio. Hemos oído por algunos rumores que nos vienes a pedir perdón a los mayas y a decir que la que mal llamaron guerra de castas ya se terminó. Desde que lo anunciaste nosotros hemos estado tsikbaleando, para decirte si de verdad esa guerra que hicieron nuestros abuelos hace más de 100 años, ya acabó.
Estuvimos conversando que cuando nos subió la calor y nuestro pueblos se juntaron por el lak’iin, lo que querían cambiar era esa vida que ya no soportábamos, vivir como esclavas y esclavos, sirviéndoles y haciéndolos más ricos. Estaban fastidiados de ser esclavos y además de ver como se vendían sus montes, de pagar impuestos injustos. Querían ser libres y felices, nunca habían olvidado que nosotros los mayas estábamos aquí desde antes y esos habían llegado. Querían que los pueblos mandaran en sus pueblos, que como más antes pudiéramos escoger como queríamos vivir entre nosotras y como nos teníamos que llevar entre los del pueblo. Querían esos sabios abuelos que en los pueblos se arreglen los problemas y que no dependiera de las leyes de un presidente que nunca nos había ni siquiera venido a conocer. Y más que nada, queríamos vivir bien, entre nosotras y con toda la vida que teníamos: el agua, el sol, el viento, todo todo todo lo que por miles de años hemos cuidado.
Te lo estamos contando porque sabemos que te gusta la historia. La que ahora nos contamos con un libro que algún día te vamos a regalar. Ahí decimos que como dijo el Chilam Balam muy antes de la rebelión de Tepich con Don Jacinto y Don Cecilio, sabían que teníamos que llegar a un buen acuerdo, de por sí sabíamos que ya no se irían. Pero nunca un acuerdo bueno es que un pueblo se rinda… Así que como sigue sin hacerse un buen acuerdo, la guerra sigue. Porque es cierto que ya no somos esclavos en las haciendas, pero hay muchas cosas que continúan: siguen talándonos los montes para sembrarlos de soya, siguen quitándonos los montes y cenotes que hemos defendido y cuidado desde tiempos inmemoriales, y lo peor, aunque hemos metidos innumerables amparos y otros recursos jurídicos, siguen sin querer aceptar que tenemos derecho a decidir qué es lo que queremos para nuestras vidas y nuestro futuro. Y esto no te lo decimos para presentar una lista de agravios. Te lo decimos también para preguntarte ¿Han cambiado las cosas desde aquella época? Nosotros nos preguntamos ¿Se va a acabar el racismo y la colonización con tu palabra y tu petición de perdón?
Es cierto que tú como jefe de la nación mexicana puedes terminar la guerra y pedir perdón, aunque a los mayas que citaste en Tihosuco no sabemos si representen a todos los que sentimos con la mente y el corazón que somos mayas. Te decimos que la guerra no sólo afectó a los mayas de oriente, nosotros también sufrimos durante más de un siglo todas las consecuencias de que los gobiernos no hayan querido hacer caso al llamado de crear un lugar más justo para todos en donde vivir. Quizá tu petición de perdón pueda ser la oportunidad para sentarnos a conversar sobre lo que te venimos pidiendo desde hace varias cartas ya: que se respete nuestro derecho a la libre determinación ¿No fue por eso que también se levantaron nuestros abuelos?
Atte. Integrantes del Chuunt’aan Maya de Yucatán
De Homún, José y Doro
De Chablekal, Angélica y Brenda
De Maní, Iván
De Halachó, Koyoc
De Tabi, Lupita
De Jo’, Beto
De Dzibi, doña Margara